Desde que tenia uso de razón, todos los días, absolutamente todos los días, se miraba al espejo tres veces. Al levantarse, después de comer y antes de ir a la cama
El espejo era la confirmación de que estaba vivo. El espejo reflejaba su imagen, lo que su imagen y el a través de ella transmitían.
Así, sabia como había dormido aquella noche. Si se había pasado comiendo ese día y al acabar la jornada, si seguía transmitiendo sensaciones.
Con el tiempo aprendió que aquello de que los ojos son el espejo del alma era cierto. Y desde que lo descubrió, también se miraba en los ojos de los demás.
Me caes de puta pena, podía leer en los ojos de aquel individuo al que saludaba todos los días. Nunca le tuvo rencor. El no sabia que lo que se leía en sus ojos no era sino el reflejo de lo que quien miraba transmitía. Anda que tu a mi…
Sobre todo le gustaba mirar los ojos de las personas queridas. Era necesario comprobar que había reflejos, que se sentían queridas y sus ojos le devolvían las sensaciones que el era capaz de trasmitir
Un día de tantos, al ir a dormir, y como siempre hacia, se miro al espejo.
Sus ojos se abrieron mucho. Su rostro de desencajo.
En el espejo no había nadie. El no estaba en el espejo. El no transmitía nada.
Estaba muerto?
Corrió despavorido. Necesitaba mirarse en los ojos de ella.
Nada. No había nada. No había imagen.
No trasmitía sensaciones. Los ojos no podían devolverle nada.
Estaba muerto.
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