sábado, 14 de marzo de 2009
Neboa
Desde que vivía en Coruña se sentía invadido en cada momento por extrañas sensaciones que le hacían creer día a día que la magia realmente existía en aquellas tierras. Apenas un mes y ya había visitado lugares en que su piel se sentía rozada por fuerzas desconocidas, siempre con aquella humedad que le invadía y a través de la cual percibía como ella iba calando en su alma. Desde el día en que la conoció supo que la amaba, que la amaría hasta el fin de sus días. También desde aquel momento tuvo la agridulce sensación de que jamás seria suya. ¿ Suya? Que tontería. Era más suya de lo que nunca nadie lo había sido. Se había entregado a el con una rabia que a veces les dolía. Y todo eso en la distancia. Apenas tres encuentros. Apenas unas horas de cama compartida, con prisas pero cargadas hasta reventar de pasión. No. Lo que sentía era la tristeza por no compartir con ella sus tiempos, sus despertares y el momento de decir adiós a un día, recostada ella en su hombro, abandonándose tras una jornada en que todo habría sido vivido entre dos.
Siempre dormía con la ventana abierta. Llegaba de un lugar donde el calor hacia de las noches una sucesión de horas interminables, y regaba su cuerpo de sudor, afortunadamente a veces mezclado con otras humedades “compartidas” en el pensamiento con ella. Por eso desde que llego a Coruña, nunca había cerrado la ventana para dormir. Quería sentir frió en la piel. El contraste de su piel fría y su alma ardiendo de pasión lograba que sus noches fueran un lugar para la magia, la pasión. Horas llenas de ella, de su olor, de su textura en los dedos, de su aliento en la nuca y recorriendo su cuerpo despacio. Aquella noche había una niebla densa, más densa de lo acostumbrado en esa época del año. Solo un reflejo difuso dejaba localizar las farolas de la calle. Acostado en su cama, aun con los ojos abiertos, pudo ver como la niebla se metía en la habitación. Parecía creada por los efectos especiales de un concierto de rock, se deslizaba lenta hacia el suelo dejada llevar por su peso y su densidad. La noto en sus pies. Pero de una forma especial. ¡ Dios ¡ Aquella niebla estaba acariciándole los pies. Se estremeció. Su piel se erizo como nunca antes lo había hecho. Y se vio envuelto en una nube húmeda y sutil que subía por sus piernas desnudas, le mojaba, se metía dentro de el. Hasta que llego a su cara, trepando impúdica por su torso. Y en ese instante se produjo la magia. Cuando la niebla rozo sus labios, se condenso de golpe sobre el transformada en el cuerpo hermoso y calido de su amada. Cada gota de niebla se filtraba hasta el ultimo de sus poros convertida en ella, tomándolo y dejando que el la tomara. Se besaron ardientemente empapados hasta el alma de pasión. Sus manos buscaban frenéticas pieles, rincones de sus cuerpos otra vez reconocidos. Chapoteaban literalmente rodeados de fluidos que brotaban de todas partes. Y cuando llegado al limite de la locura, cuando el éxtasis le hico abrir la boca para exhalar un grito de placer, ella desapareció a través de su boca hacia sus entrañas, convertida de nuevo en niebla densa, dulce, húmeda.
Cuando despertó aquella mañana, sus sabanas estaban marcadas por la figura húmeda del cuerpo de la mujer amada. No había soñado.
Stico1949
A Coruña, 9 de Agosto del 2003
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