En mis ultimas vacaciones recupere el sabor de los viajes en tren. Desde ese ruido adormedecedor, aunque ya no es el de antes, a pasear por el vagón, ir a la cafetería, el olor de las estaciones. Y dormir. Cuando viajo en horarios tempranos, me encanta que empiece la película para dormir. Son simplemente anestésicas.
Me gusta viajar a las estaciones termino. Eso me permite disfrutar de un trayecto relajado, sin tensiones, sin estar atento a la megafonía con voz de señor o señora argentino(nada contra ellos... este... o si?... jejeje. No. Nada contra ellos). Basta con que alguien haya colocado su equipaje justo el la zona sobre tu asiento, siempre ocurre así, por lo que creo deberían retrasar o adelantar los números de los asientos, para que sepas cuando ha terminado el viaje. Justo cuando te pisan los pies sin ningún tipo de rubor.
Pero... también me gusta viajar a una estación intermedia, o sin saber cuanto falta exactamente para el fin de mi viaje. Esto, al contrario que sucede con las estaciones termino, me hace vivir un viaje alerta, siempre atento, casi en tensión, y en premio a ello, disfrutando de todo el paisaje del trayecto. Ah. Y te evita el pisotón.
Y fíjate que estaba pensando esto cuando de pronto dije: Eureka!!!! Como en el amor.
Si, si. En el amor sucede igual. Si el fin del amor es el amor, iniciamos viaje a una estación termino. Nos relajamos nada mas ponerse en marcha el tren. Para que estar alerta, atento, si se cuando he de bajarme. Monotonía, le llamaría una amiga mía que además insiste en que es inevitable.
Moraleja: el amor siempre debería viajar a estaciones intermedias.
Conclusión: ah no... eso ya os lo dejo a vosotr@s
domingo, 8 de febrero de 2009
Estación termino
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