domingo, 8 de febrero de 2009

La lluvia y el emigrante

Con aquel ya eran doce los días que llovía sin descanso. Y esa mañana además, era especialmente fría, con un cielo gris, intensamente gris y luminoso a la vez, un presagio quizás de que el mal tiempo seguiría colgado sobre nuestras cabezas. Aunque ahora que lo pienso, la luminosidad de la mañana posiblemente se debía mas a que por fin había puesto los dos limpiaparabrisas nuevos, lo cual me daba una visibilidad como nunca antes había tenido desde dentro del coche. Solo me faltaba arreglar la luz trasera izquierda, y aquello estaría en condiciones de circular con unos mínimos de seguridad. Pero bueno, eso ya seria al mes siguiente.
Recorrí los caminos de la finca encontrándome un panorama que ya empezaba a resultar monótono. Las gentes estaban dentro de sus furgonetas, los autocares o los coches que les habían llevado hasta el tajo. Dentro de un momento llegaría el técnico, y todos nos volveríamos a marchar a nuestras casas, un día más.
Haré una rectificación. Todos no estaban dentro de sus coches. Abdel Ali Rabat estaba fuera de la furgoneta. Sentado sobre la orilla del camino con la cabeza entre las manos, derrumbado, lejos de allí... triste. Y yo sabia porque.
Recuerdo el día en que nos conocimos, como casi a escondidas, o al menos a mi eso me pareció, acepto un cigarro que los dos fumamos en un descanso entre las gomas, esperando a que se calentaran un poco. Desde aquel momento, se estableció una relación cordial entre nosotros. Yo trate de hacerle saber de mi sentido del humor, para que nunca se sintiera ofendido por alguna broma, habida cuenta que nuestra diferencia en el idioma y en las creencias podría dar lugar a ello. Pronto me capto y eso nos permitió conocernos mejor y más aprisa. Ya incluso se atrevía a insultarme. Una mañana llegue y muy decidido le dije: Abdel, durante todo este mes, el desayuno y la comida corren de mi cuenta.
- Tu mucho cabron, me dijo riendo a carcajadas. Acababa de comenzar el ramadan.
Abdel Ali Rabat era un joven inteligente, conocedor de su religión sobre la que manteníamos interminables conversaciones de las que aprendí muchas cosas. Trabajador, aunque esa característica no era muy común entre sus correligionarios, noble y sincero. Estaba contento el día que le conocí. Acababan de decirle que en adelante se quedaría "fijo" en aquella finca para ayudar a los regantes. Aquello era para él casi una lotería. Ya terminaban los días de angustia esperando a que sonara el teléfono por las noches para ver sí al día siguiente harían falta "moros" en alguna finca. Los "moros" hacían jornadas de ocho horas. Él me pregunto si algún día podría hacer mas si había trabajo. Le dije que si, que "habría trabajo". Durante un descanso a los pocos días de empezar me dijo que estaba mas contento aun porque era noviembre, y eso significaba que cobraría justo para diciembre, cuando tenia previsto ir a ver a su mujer y a su hija. Podría llevarles "incluso regalos".
Era el día 9 de Noviembre. Hasta ese día llevaba acumuladas 53 horas de trabajo, que multiplicado por 700 pesetas resultaban unos ingresos a esa fecha de 37.100 pesetas. Acabado el mes cobraría aproximadamente unas 160.000 pesetas. Los ojos le brillaban cuando hacíamos las cuentas.
Ese fue él ultimo día de trabajo. Desde el día 10, una borrasca se había centrado sobre la región y todo hacia presagiar que aun duraría casi hasta entrado el mes siguiente.
Abdel Ali Rabat, sentado sobre una orilla del camino, con la cabeza entre las manos, lloraba pensando en su mujer y en su hija. Este mes... tampoco podría ir a verlas
-" La borrasca que se halla centrada sobre la Comunidad de Murcia se mantiene casi con la misma virulencia que el primer día, y se prevé que aun sea así durante los próximos diez o doce días."


stico1949/2001

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