domingo, 8 de febrero de 2009

EXTRAÑAS DAMAS

Ya ni sabíamos las veces que se había dejado aquella partida.
Siempre se dejaba, nunca con el animo o el deseo de abandonarla, pero si algunas veces con una sensación de vacío que nos tenia largos periodos de tiempo alejados del tablero. Al principio volvíamos pronto a ella, casi no nos levantábamos de la mesa de juego, nos gustaba aquella partida, necesitábamos seguir jugando. Era parte de nuestras vidas, no sabíamos hacer otra cosa, y sin darnos cuenta, aquella partida estaba empezando a convertirse en algo obsesivo.
Tantas veces como nos sentábamos de nuevo frente al tablero, tantas otras como teníamos que dejarlo. Había algo extraño en aquella partida, no lográbamos comernos el uno al otro, las fichas parecía que se acercaban pero solo se cruzaban entre si. Mirábamos el tablero y no éramos capaces de descubrir que estaba mal. Es cierto que no fue una partida premeditada, acordada de antemano. Fue un impulso, ni siquiera nos preguntamos si conocíamos todas las reglas del juego, creo que con la seguridad de que sobre la marcha seriamos capaces de discutir amistosamente cualquier duda. De manera que sin pensarlo dos veces buscamos una mesa y un tablero y casi desparramamos las fichas sobre el. Y sin mas, empezamos a jugar, con prisa, con ansiedad en algunos momentos. Nos gustaba estudiarnos, mirarnos a los ojos, tratar de descubrir en el otro el siguiente movimiento. Pero la partida no avanzaba. Tras múltiples esfuerzos nos descubríamos casi en el punto de inicio, era como si ninguno hubiera movido ficha. Nos reíamos. Nos decíamos que era cuestión de adaptación, que nunca habíamos jugado a eso los dos.
Con el paso del tiempo aquel juego empezó ha hacernos sentir mal, a la menor oportunidad nos buscábamos uno u otro una excusa para dejarlo por un momento. Y una de las ultimas veces, casi sentimos la tentación de levantarnos y arrojar el tablero fuera de nuestras vidas. Pero ninguno de los dos quería hacerlo. Ninguno de los dos nos decidíamos a romper aquella partida, con la certeza de que el día que lo hiciéramos, algo muy especial se rompería dentro de nosotros.
Al final fue ella, el mas fuerte de los dos, quizás por ser quien mas apostó en aquella partida, quien mas esfuerzo hizo en cada intento, seguro que pensando ser menos conocedora que yo del juego, al final fue ella quien decidió dar por terminada aquella partida.
Y yo quede allí, frente al tablero, solo, mirando una y otra vez sin descubrir que era lo extraño de aquella partida. De pronto sentí que estaba tan cerca del tablero que no tenia perspectiva, y me levante, me aleje de la mesa, y mire fijamente hacia el tablero.
Nunca había experimentado una sensación similar. Aun hoy soy incapaz de definirla. Solo se que de pronto me descubrí abandonado en una carcajada sin sentido, arrebatado por una risa incontrolada, vaciándome. Ya sabia lo que estaba mal en aquella partida.
Ella tenia sus fichas en los cuadros blancos... y yo las mías... en los cuadros negros.

stico1949

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